Aunque las moscas puedan resultar desagradables en la vida diaria, los científicos han encontrado en ellas aliadas valiosas para avanzar en diversos campos de investigación, desde el sueño hasta la lucha contra el cáncer.
A pesar de las molestias que nos causan, estos insectos han dejado una huella significativa en el ámbito científico.
Desde que Thomas Hunt descubriera la primera mosca de la fruta mutante, Drosophila melanogaster, en 1910, estos insectos se han vuelto omnipresentes en los laboratorios de investigación genética en todo el mundo. A pesar de su aspecto poco atractivo, con grandes ojos rojos y medidas de aproximadamente 3 milímetros, las moscas de la fruta han demostrado ser un modelo invaluable para estudiar enfermedades y trastornos.
Una de las razones fundamentales detrás de la elección de estas moscas en la investigación biomédica es su sorprendente similitud genética con los humanos. Cerca del 61% de los genes involucrados en enfermedades tienen equivalentes genéticos en la Drosophila melanogaster, y la mitad de las secuencias de proteínas de estas moscas tienen sus contrapartes en mamíferos. A pesar de existir alrededor de 900 especies de moscas de la fruta, la melanogaster es la más común y la más utilizada en la investigación.
Además, su uso en estudios genéticos es económicamente eficiente: las colonias son accesibles y de bajo costo, ya que pueden mantenerse con facilidad utilizando plátanos en descomposición. La rápida reproducción de estas moscas permite estudiar muchas generaciones en un corto período de tiempo, lo que agiliza la investigación.
Uno de los campos en los que las moscas de la fruta han proporcionado valiosa información es el estudio del sueño. Su sistema nervioso simple facilita la investigación de cuestiones complejas, como la regulación y el funcionamiento del sueño, que serían difíciles de abordar en sistemas mamíferos. Experimentos han revelado conexiones entre la serotonina, un neurotransmisor, y la regulación del sueño en estas moscas, proporcionando información valiosa sobre tratamientos farmacológicos y la calidad del sueño.
Además, la Drosophila melanogaster también ha contribuido al entendimiento de aspectos fundamentales de la biología, como la herencia genética ligada al sexo. La alteración del gen Fruitless en estas moscas afecta su comportamiento sexual, mostrando cómo ciertos genes determinan las respuestas a señales sexuales y la realización de pasos de cortejo.
En la búsqueda de tratamientos para el cáncer, las moscas de la fruta han revelado genes clave que controlan la regeneración de la piel. Investigadores han demostrado que la activación de estos genes puede ofrecer nuevas perspectivas en la investigación oncológica, ya que muchas células cancerosas activan genes relacionados con la curación de heridas.
Incluso la compleja problemática del alcoholismo ha sido abordada utilizando a estas moscas. Investigadores de la Universidad de California en San Francisco identificaron grupos de genes que afectan la respuesta de las moscas al alcohol, sugiriendo posibles conexiones con la tolerancia al alcohol en humanos.
En resumen, las moscas de la fruta, a pesar de su reputación negativa en nuestra vida cotidiana, se han convertido en un recurso invaluable en la investigación científica, brindando conocimientos cruciales en diversos campos que impactan directamente en la salud y el bienestar humano.